

La exposición Place-ness “Habitar un lugar”, que ha exhibido el Museo Pompidou de Málaga durante más de un año (1/12/2023 – 21/04/2025), articula varios conceptos sobre territorio, política y los cambios que esto produce en nuestras sociedades. Comisariada por Valentina Moimas, es paradójica en sí misma por el contenido y el propio título.
La muestra pretende despertar la reflexión colectiva acerca de la relación que el ser humano tiene con su entorno y su impacto en él, y aparentemente también nos revela la función del arte como una herramienta emancipatoria, como han defendido muchos pensadores desde la Escuela de Frankfurt. De este modo, se confirma la oposición del arte a un cierto espíritu de resignación, pero acaso el propio museo no podría preguntarse: ¿Cúal es el impacto real de este tipo de exposiciones en el contexto malagueño?.
Este tipo de reflexión sobre la territorialidad, visibiliza por un lado las estructuras dominantes creadoras del relato de progreso, por otro, las desigualdades cada vez mayores en el espacio social y político. Además pone de relieve el delicado asunto de la difícil habitabilidad en las ciudades. Y es que se invita al espectador a “habitar un lugar”, y justo es esta ciudad la que se está volviendo inhabitable como reclama la plataforma de ciudadan*s “Málaga para vivir”.
Debido a la turistificación y la gentrificación que han producido estos grandes proyectos museísticos por parte del ayuntamiento, Málaga se ha convertido no solo en un destino turístico de sol y playa económico, si no que también se ha ganado la etiqueta de “Ciudad de los Museos” a base de talonario. Esto remite al concepto de “capital cultural” de Bourdieu y al intento de modernización de una ciudad, que en vez de promover proyectos locales de producción, educación y creación de arte contemporáneo, se dedica a financiar proyectos internacionales como reclamo para el turista.
Esta exposición “temporal” que viene ya de fábrica, utiliza grandes nombres de pintores como Fernand Léger, escultores como Brancusi o cineastas como Win Wenders, para lo que parece aparentemente una exposición política, que se podría decir que es más bien políticamente correcta. Y es que la muestra podría haber servido de revulsivo, creando algún tipo de debate o de llamada a la acción, pero el marco en el que se acoge, hace que no haya posibilidad para la reflexión o el pensamiento crítico para los habitantes de la ciudad, que no entienden más que es una muestra más bien extraña.
Aunque lo extraño es el propio museo situado en pleno Muelle Uno, un centro comercial al aire libre y también un muelle de embarcaciones de lujo, que parece dar la bienvenida a los turistas que desembarcan del crucero de turno.
Por otro lado, el museo Pompidou de Málaga, forma parte de los museos franquicia, que poco o nada dialogan con la realidad y con la historia de la zona y sus habitantes. Con esta muestra, como expresaría Baudrillard a través del concepto de “simulacro”, el museo a través de la sociedad de consumo, termina por diluir el sentido crítico del arte, desactivando la potencia emancipatoria por completo, siendo esta absorbida por el aparato capitalista.
La exposición, parece formar parte del entramado cultural neoliberal en el que la lucha por el territorio, la ruralidad, la ecología, el antropoceno o los no-lugares, son un tema trendy para las instituciones. Durante el recorrido de la muestra dividida en seis secciones, se nos invita a deconstruir los clichés, transformar la materia, habitar un espacio definido, repensar las dinámicas territoriales, recomponer sueños y realidades, y finalmente existir en el espacio público.
De manera que durante la visita se nos va posicionando en contra del individualismo capitalista determinista y contra el sueño de progreso de la sociedad industrial.
Por un lado, parece que se promueve la emancipación desde el arte, ya que muestra cómo con la creatividad se “escapa” de las hostilidades a las que el ser humano puede enfrentarse en nuestra época. Y por otro lado, se llama a la emancipación de la idea de progreso, sugiriendo una toma de posesión de forma consciente del espacio como sujetos políticos, con trabajos como Touch Cinema de Valie Export.
Es curioso que a medida que se va avanzando por el museo, se utilicen términos como degradación o alineación de las poblaciones con fines productivistas, cuando es justo esto lo que se está haciendo por parte de la institución. También sorprende que desde la muestra se cite la violencia que se ejerce en el espacio público, cuando fundaciones como la del Pompidou son claramente precursoras de esta violencia.
Cierto es que Place-ness: Habitar un Lugar, nos hace pensar en otras formas de hacer, pero ¿no serían estas totalmente opuestas a las dinámicas territoriales en las que ésta se sitúa?. Por otro lado, la nota de prensa que se ofrece desde el museo dice que la exposición pretende cuestionar la relación campo-ciudad después de la pandemia, y realmente no sé qué tiene esto que ver con la obra de los artistas seleccionados.
En conclusión, parece que desde el museo se están quedando con nosotr*s, y no es por la selección de obras de arte conceptual, criticada en medios de comunicación como la Ser, sino por su ideología. La muestra que acaba de terminar en Málaga quizá recorra otras sedes del Pompidou como la de Seúl, anunciando la contradicción inherente en ella misma.
Bibliografía
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Ribeiro dos Santos, Ana. Políticas culturales y ciudades: Málaga y sus museos. Casos de sociología del arte (2021). UOC. Disponible en: https://arts.recursos.uoc.edu/casos-sociologia/es/politicas-culturales-y-ciudades-malaga-y-sus-museos/
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UNAM. Arte, política y contracultura. El mundo hoy | Sesión 6: Paul B. Preciado y María Galindo
Sobre la expo:
https://centrepompidou-malaga.eu/wp-content/uploads/folletos/dossier_prensa_Place-ness.pdf
